20.11.11

Exhibición: El encuentro y la confrontación, 2005

Exhibición: El Encuentro y la Confrontación, 2005

por Cacheila Soto González, Galería La Pintadera, San Juan, Puerto Rico


¨Sin estar en la búsqueda te encuentras¨

Ensayo por Dra. Teresa Tió

Con ese verso como signo fundamental, que guía su actual exposición, Cacheila Soto González ha tenido, en su breve, pero intensa presencia en el panorama plástico, muchas búsquedas y otros tantos encuentros. La exposición que presenta en pintadera Galería de Arte, su quinta, incluye 20 acrílicos bajo el signo de variaciones sobre un mismo tema: el autorretrato o el rastro femenino. El título de la exposición, El encuentro y la confrontación, preludia y enmarca con certeza el carácter de las obras.

Cámara en mano, la artista se acerca al lente, se confronta para encontrarse, o se encuentra para ejecutar la confrontación. De frente, busca captar la esencia de sí misma, sin nadie presente, sin una segunda persona que pueda interrumpir el proceso del encuentro. La imagen que capta con el lente sufre entonces una transfiguración, la artista recorta, elimina áreas, modifica la composición, altera la textura para crear superficies granuladas en contraste con otras zonas planas. El proceso tiene como resultado formas orgánicas y dinámicas que se resisten al enmarque del espacio físico que limita la pintura.

El signo del autorretrato es el hilo conductor para el encuentro de la artista consigo misma y con su obra. Se trata de una apropiación que se produce durante el proceso de creación, de introspección y de proyección de la imagen una vez ésta encuentra su objetivación. El objeto, lienzo o imagen, deja entonces de ser una representación de la artista, para convertirse en pintura. Lo que fue el punto de partida y referencia tanto formal como conceptual, ahora es el objeto creado, trasformado. Y en esa transformación se inicia el proceso de establecer vínculos con la abstracción.

Pero también se da otra transformación, en la que el significado de la forma trasciende el mirarse a sí misma para convertirse en el rostro con otras miradas, de otras miradas, a manera de un espejo del yo y del otro. Esa ilimitada capacidad del rostro para ser uno, pero que también puede trascender para ser el rostro de otros, está en manos de la artista. En el caso de Cacheila Soto, ella busca trascender la inmediatez de su imagen, para que pueda ser también el reflejo de otras humanidades.

Es notable en este grupo de obras, la eliminación del color, elemento que había marcado sustancialmente el carácter de sus anteriores trabajos. Podría ser ésta una forma de referirse a la fotografía en su estado más esencial: el blanco y el negro. Y quizás un preludio a posibles cambios de enfoque, como es el expreso interés para retomar el grabado y el video arte.

Pero el autorretrato, ese referente que casi todos los artistas han abordado, tiene tal grado de rebeldía, de trabajar con un canon aparentemente rutinario, que se convierte en lo excepcional. Las obras que Cacheila expone, tienen un sentido de orden que nace de la plena conciencia del proceso de creación. Aun así, hay espacio para el accidente- provocado; la espontaneidad- buscada; el riesgo- calculado. En el conjunto de las pinturas, es el contraste el signo formal de mayor presencia. Como si se tratara del ying y el yang de sí misma, desde la misma persona, pero con un sentido más amplio que abarca al ser humano.

El acercamiento al rostro provoca en el observador un sentido que sugiere lo unitario, sin ser unívoco; consistente, sin ser monótono; con una regularidad y orden que son parte de un sentido de apoderamiento de sí misma y de la forma. Como si ambas cosas estuvieran intrínsecamente relacionas. Y es que son parte de una relación indisoluble entre la persona y su creación. La persona es mujer y se afirma de muchas formas, pero sobre todo con la mirada. Es una mirada directa, desafiante, que se deja entender semioculta por el cabello que aparece con texturas y veladuras.

Cuando la mirada no se fija en el observador, lo que sucede en pocas instancias, la intensidad del acercamiento permanece, aunque sea oblicua, ya que la proximidad no nos permite la distancia.

Es Cacheila Soto González una pintora en serio. Egresada de la Escuela de Artes Plásticas en 2003, forma parte de un grupo de jóvenes artistas que sienten pasión por su trabajo y que trabajan con pasión y obsesión. Sabe lo que quiere con tal certeza, que casi puede describir las formas que tendrán las obras de su próxima exposición. Y la estaremos esperando con la seguridad de que, como ella indicó, habrá un personaje de la curiosidad y la duda...... Y así se hace su obra, partiendo de la búsqueda, de la curiosidad y la duda, que sin duda, la habrán de llevar nuevamente al encuentro.

Soto González, C. (2005). El encuentro y la confrontación [Opúsculo]. Galería La Pintadera, San Juan, PR.



Cacheila Soto: post-femenismo apropiador hard-edge

Ensayo por Ralph Vázquez

Cacheila Soto utiliza mecanismos de sugestión (seducción) para exponer y disolver los mitos sobre las mujeres como artistas. Ella es parte de la generación actual de feministas que buscan, más que enfatizar su igualdad o su estado de opresión, atacar las ideas patriarcales que predominan en nuestra cultura. Estas feministas hacen un análisis profundo acerca del origen de las concepciones machistas (o “fálicas” como las describió Mary Ellman) y de los mitos en torno al género femenino y cómo se manifiestan a través de la representación y la práctica en las artes. Su trabajo brota de una consideración analítica y filosófica que ilustra sus ideas en torno a la imagen y la pone en diálogo con la obra de otras artistas contemporáneas por su simultánea referencia a discursos feministas.

Cacheila, graduada de la Escuela de Artes Plásticas en San Juan, practica el arte de una manera plural, pertinente a temas que se discuten en foros de arte actual. Para el mes de febrero tiene pautada una exposición de pintura, video y sonido en la que se mostrarán, de manera provocadora y audaz, una serie de autorretratos. En su historicismo filosófico visual ella combina ideas innatas y cultivadas sobre el feminismo, la historia contemporánea de la pintura, conceptos referentes al arte biográfico y el arte contextual, apropiación, arte digital, camp, cultura pop, video, “performance” y sonido. Construye una “realidad diseñada” con el propósito de enfrentar a su público de una manera absoluta. El tema de esta muestra es su arte y cómo éste refleja su identidad. Los cuadros a exhibirse son autorretratos hechos en su estilo hard-edge, en blanco y negro. Cacheila explica que estos son una representación metafórica de su auto concepto; que ella desea conjurar todo lo que se refiere al blanco y negro como alegoría a la dualidad y por ende relativo a todo. No hay grises porque no hay excusas, ella se desea presentarse (visualmente) de la manera más “cruda”. El Ying-Yang y la Cábala son referencias de esta forma de representación visual.

Esta muestra de imágenes será acompañada por un “performance”, en los que unos actores serán vestidos y maquillados para emular la estética digital en alto contraste con las pinturas. También habrá una intervención sonora hecha en colaboración con el artista Marcos Ruiz y un video hecho de fotogramas en secuencia rítmica. Este video ilustra el proceso de creación de las pinturas con el propósito de desnudar ante el público el impulso poético detrás del gesto y la técnica de la artista.

El arte de Cacheila alude al arte pop de los 60, que se conoce como un período de exploración, análisis y redefinición de la pintura. Los pintores de esta época lograron la “desubjetificación de la pincelada” en la que se borra por completo o se descarta evidencia del pincel como herramienta. La experimentación con técnicas gráficas facilitó este proceso e hizo posible toda una gama de nuevas estéticas pictóricas. En su pintura, la artista pone la pincelada en diálogo con el píxel al trazar sus imágenes digitales en proyección sobre la superficie de la tela; la pincelada y el píxel se yuxtaponen para crear una imagen de la unión de ambas unidades. Su estilo hace referencia a la subcultura “fashionista” en sus espacios cotidianos o en medio de alguna manifestación preformativa actuada y fabricada para la cámara. Sus cuadros son un análisis de “insinuaciones” que hace la foto; ella enfatiza, mediante intervención digital, rasgos de diseño, composición y color que se desprenden de la imagen y juegan con su contenido. Esto es tomado del arte de Andy Warhol y Roy Liechtenstein, pioneros en la investigación sobre la relación que existe entre la imagen análoga y digital y quienes desarrollaron un gran inventario de técnicas y argumentos filosóficos en torno a ambos formatos visuales. Ella se apropia de estos argumentos y los pone en función de su búsqueda de identidad y lo que es su concepción especifica de “belleza” y “perfección”, definiciones alimentadas y perpetuadas por el concepto “imagen”. Su rostro pasa a ser una imagen artística con una semántica interpretativa autónoma y también objeto de lujo, lo que refleja una preocupación crítica sobre valores materialistas del arte, (el artista es, a veces, visto como un producto de la industria de la cultura).

Su arte atrae principalmente al ojo analítico o curioso, que descubre, en cada detalle, contorno y color, ponderaciones sobre elementos visuales del arte diseño y su posible relación poética con el contenido de la imagen total. Sus cuadros son también generadores de argumentos sobre apropiación y lo que son los roles de la mujer artista contemporánea; estos han sido interpretados muchas veces como una forma de provocación a la crítica masculina (la cual parece funcionar para marginalizar la gestión artística de la mujer).

Muchos de estos “críticos masculinos” tratan la obra de una mujer artista como si ésta fuera mujer, imponiendo sus mitos y estereotipos a lo que ellos creen es la mujer. Este tipo de crítica lleva operando desde siempre, pero se hizo muy visible en el siglo XIX, cuando los escritores comenzaron a expresar con más claridad y violencia su visión de lo que Simone de Beauvoir llama El segundo sexo, título de su libro publicado en el 1949. En este libro de Beauvoir teoriza sobre el significado de “femenino” y cómo éste es producto de la oposición a lo “masculino”. El hombre domina el canon desde tiempos inmemoriales y todo lo que en el mundo es, es conocido, mayormente, a través de sus ojos, pues se perpetúan mediante sucesión y reclutamiento imponiendo su dominio sobre la mujer. En la década siguiente a la publicación de ese libro ya se notaba el cambio, sobre todo en las mujeres Occidente. Para finales de los 60, los efectos de la gestión de la primera generación de feministas eran irreversibles y la mujer ya no sería vista como “comodidad” u “objeto”.

La obra de Cacheila se inserta a la historia de este esfuerzo cuando ella suma al discurso internacional la condición de la artista puertorriqueña, reflejada en sus autorretratos. Otras mujeres artistas locales también tienden a tener esta compleja estructura de velos ilusorios que resultan en su mitificación. La obra de Luisa Géigel, Zilia Sánchez y Myrna Báez, son ejemplos y referencias para Cacheila, pues siempre han sido vistas como “obras hechas para mujeres”. Muy pocos críticos han podido verdaderamente expresar su significado universal. Estos, que en su mayoría son varones, protegen el sistema de valores patriarcales y su dominio de la cultura occidental, y proceden a emitir argumentos masculinos restrictivos.

Cacheila desea explorar todos esos mitos sobre su persona o su arte y se esmera en la preparación de un convite en el que ella, mediante todos los medios que le son accesibles, se liberará de toda la carga que estos poseen y a la vez se despojará de su antigua “identidad” como artista. En esta última exposición en Puerto Rico ella subrayará su carácter, lleno de lagunas e interrogantes, presentándose ante sí misma, tal y como se concibe, para prologar el cambio venidero.

La artista anuncia que se mudará a la ciudad de Nueva York luego de la exposición para seguir estudios de maestría. Anticipa que está en la búsqueda de nuevas ideas y nuevos medios. Aunque ya trabaja el video, le gustaría también explorar la instalación y la escultura, para complementar así la presentación de su arte mediático. Desea encontrar nuevas herramientas y nuevos argumentos para seguir desarrollando su carrera como artista y para su propio crecimiento espiritual. Asegura que todos estos cambios se verán en su próxima exposición la cual promete, será totalmente distinta a lo que se conoce hasta ahora. Ya tiene ideas para una instalación interactiva pero está en la fase de pre-producción todavía, esperará ver qué soluciones materiales tiene disponibles en lo que será su nuevo hogar.

Vázquez, R., Art Premium Magazine. (2006, Febrero). La obra de Cacheila se inserta a la historia de este esfuerzo cuando ella suma al discurso internacional la condición de la artista puertorriqueña, reflejada en sus autorretratos. Cacheila Soto: post-feminismo apropiador hard-edge, (Estudio), 57-59.

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